Todo mundo es un experto.
Solo hace falta darte una vuelta por Twitter para notar que, el epidemiólogo de ayer con todas las respuestas, hoy es experto en energía, y mañana, será el gurú de la economía mundial.
Gracias a Google y a las redes sociales, tenemos acceso a más información y conocimiento que nunca antes en la historia. A un par de clics de distancia, podemos aprender acerca de cualquier tema de interés. Pero me atrevo a decir que, el día de hoy no necesitamos más conocimiento, necesitamos sabiduría.
“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona.” – Aristóteles.
Para empezar, necesitamos definir qué vamos a entender por conocimiento y cómo se diferencia de la sabiduría.
(No les voy a mentir, me siento un poco hipócrita sacando la información de Google para escribir esto, pero es su tarea como los “sabios” que son reflexionar y sacar sus propias conclusiones.)
El diccionario define el conocimiento como “el conjunto de información almacenada mediante la experiencia o el aprendizaje. En el sentido más amplio, la posesión de múltiples datos interrelacionados que, al ser tomados por sí solos, poseen un menor valor cualitativo.” [1]
Hay algo en esta definición que quiero destacar, y es la clave por la cual, podemos tener exactamente la misma información, pero llegar a conclusiones totalmente distintas.
"Es la información almacenada mediante la experiencia…"
Y todos, absolutamente TODOS tenemos diferentes experiencias con las cuales creamos el conocimiento, formamos nuestras creencias y moldeamos la forma en la que vemos el mundo.
Quiero ser claro. El problema no es adquirir conocimiento a través de la experiencia, todos lo hacemos a cada momento, el problema recae cuando damos por hecho que es la verdad absoluta solo porque nosotros lo vivimos sin antes haber considerado la experiencia de alguien más.
Esta falsa certeza del mundo crea una especie de miopía mental conocida como sesgos mentales. Los sesgos mentales son las herramientas que desarrollamos con el tiempo para filtrar toda la información que recibimos y poderle dar sentido a la misma. Ver el mundo a través de estos sesgos, es como ver a través de las gafas de borracho de Los Simpson.
Este sesgo mental en particular (existen muchos sesgos), también conocido como Sesgo Confirmatorio, se da cuando buscamos los “hechos” que confirman nuestras creencias preexistentes y desechamos aquella información que las contradice.
Lo interesante, y también preocupante de cierto modo, es que, entre más información tengamos a la mano, este sesgo parece extenderse de forma más desenfrenada. Suena raro, ¿no? Más información debería de darnos mayor claridad, pero no es así.
Esto ocurre porque entre más información tengamos entre nuestras manos, más carnita de donde agarrar aquello que confirma “lo que ya sabemos”.
Y en un mundo donde el conocimiento es ilimitado, todos tenemos la razón.
“Cada día sabemos más y entendemos menos.” – Albert Einstein
(Todas las frases se las atribuimos a Einstein, espero que ésta sí sea de él. Reflexionar sobre esto me hace más sabio, creo…)
La sabiduría tiene un elemento que la distingue y la separa de poseer tan solo el conocimiento. La sabiduría entiende estos sesgos mentales creados a través de la experiencia y reflexiona sobre los mismos. La sabiduría entiende que no existe tal “verdad absoluta”, entiende que, realmente nunca estamos en lo correcto, simplemente, estamos un poco menos equivocados.
¿Cuándo fue la última vez que consideraste estar equivocado?
¿Cuándo fue la última vez que escuchaste un argumento contrario al tuyo? (REALMENTE haberlo escuchado).
¿Cuándo fue la última vez que cambiaste de opinión?
[1] Autores: Julián Pérez Porto y Ana Gardey. Publicado: 2008. Actualizado: 2020. Definicion.de: Definición de conocimiento (https://definicion.de/conocimiento/)
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