Era un sábado por la mañana. Como cualquier otro sábado, me encontraba calentado para un circuito de ejercicios funcionales. La diferencia de este sábado, es que iba a entrenar con un amigo, que, por cuarta vez me prometía que íbamos a entrenar juntos. Ya empezaba a tener mis dudas, pero por alguna razón creí que esta iba a ser la buena, pero no. Como las ultimas 3 veces que me dijo que ya íbamos a entrenar, recibí la llamada. “Hermano, salí ayer y no me siento bien. Te voy a fallar, pero la siguiente jalo.”
Lo único imposible en esta vida, es cambiar a alguien que no quiere ser cambiado
Todos tenemos ese conocido que nos queda mal. Ya sea si nos vamos a ver o dice que va hacer algo, difícilmente cumple con lo que dijo. Ya ni te enoja porque sabes que así es, y por más que le reclames, no está dispuesto a cambiar. Y lo único que considero imposible en esta vida, es cambiar a alguien que no quiere ser cambiado. Solo estamos esperando el momento en que la vuelva a cajetear. La última vez que llego a la hora que dijo fue porque el plan era en su casa y no se tuvo ni que bañar.
Dejas de invitarlo porque sabes que no va a llegar.
Dejas de creer en todos esos planes y proyectos que te platica semana a semana.
Simplemente, dejas de confiar en él. Pero ¿no ocurre lo mismo con nosotros mismos?
“Si crees que puedes, o si crees que no puedes, tienes razón” Henry Ford
Hacemos exactamente lo mismo que ese conocido incómodo, y peor aún, lo hacemos con nosotros mismos. Nos decimos una y otra vez que vamos a hacer algo solo para ver como ponemos una excusa más, un pretexto más, una razón del por qué no lo hicimos.
Nos decimos que mañana comenzamos, solo para ver nuestro reflejo en la pantalla cuando pasamos de un episodio a otro en Netflix.
Nos decimos que estamos a dieta, solo para ver nuestra canasta en Uber Eats llena de paletas de La Pantera Fresca.
Lo he escuchado todo. No me siento bien. El lunes empiezo bien la dieta. Mañana entreno más pesado. Me merezco un descanso.
Entonces, ¿por qué confiarías en ti mismo?
Estas incongruencias entre lo que decimos que queremos hacer y lo que hacemos realmente, se vuelven una sombra. Una voz que te persigue a todos lados. Se vuelve esa platica interna que nos dice que no somos lo suficientemente buenos o inteligentes, que no somos lo suficientemente guapos, que hay alguien mejor y por lo tanto no deberíamos hacerlo.
Dejamos de intentarlo, dejamos de tomar acción, dejamos de vivir
Esa voz nos paraliza, nos come por dentro. Son cosas que sabemos perfectamente somos capaces de hacerlo, pero nos falta confianza. Nos falta descubrir en nosotros que somos capaces de hacerlo. Nos falta descubrir que no hay límites de hasta dónde podemos llegar. Dejamos de intentarlo, dejamos de tomar acción, dejamos de vivir.
La confianza no es algo con lo que se nace. No es algo con lo que cuentan solo algunas personas especiales mientras los demás estamos destinados a nunca tenerla. La confianza con nosotros mismos, al igual que con los demás, se gana día a día cumpliendo esas promesas que nos hacemos por más chiquitas que sean.
Se gana despertándonos a la hora que dijimos, sin snooze ni segundas alarmas.
Se gana yendo a correr, aunque haga frío o, aunque no tengamos ganas.
Se gana mandando esos correos y haciendo esas llamadas que dijiste harías.
Se gana terminando la lista de pendientes del día, no porque tengamos ganas de hacerlo, sino porque sabemos que eso nos va a acercar más a nuestras metas.
No hay ninguna promesa más importante que la que te haces a ti mismo
No despertamos un día y nos sentimos con más confianza. No llega ninguna hada y nos la concede. La confianza se obtiene a través de la acción. Solo la acción deriva en confianza en nosotros mismos, lo cual deriva en más acción. Se vuelve un espiral ascendente. Una bola de nieve que mientras más actuamos, más cumplimos con lo que dijimos, más va creciendo y nos deja listos para retos cada vez más grandes y demandantes.
¿Cómo te has sentido cuando haces algo que te prometiste a ti mismo que harías? ¿Cómo te sentiste después de ese entrenamiento, que no tenías ganas de hacer, pero aun así lo hiciste? ¿Cómo crees que te sentirías si lo haces durante una semana, un mes, un año?
Son solo las cosas que dijimos íbamos a hacer. Son solo esas promesas con nosotros mismos. No hay ninguna promesa más importante que la que te haces a ti mismo. ¿Cómo esperas tener confianza en ti mismo si no cumples con lo que quedaste? ¿Cómo esperas que alguien más lo haga?
¿Cómo te sentiste después de ese entrenamiento, que no tenías ganas de hacer, pero aun así lo hiciste?
¿Cómo crees que te sentirías si lo haces durante una semana, un mes, un año?
La confianza lo es todo. “Si crees que puedes, o si crees que no puedes, tienes razón” decía Henry Ford. Y es cierto, solo podemos llegar tan lejos como lo creamos posible. Solo logramos aquellos retos para los cuales contamos con la confianza para hacerlos. No importa el tipo de meta o lo que estés buscando. Lo importante es que haya congruencia. Que hagas exactamente lo que dijiste que ibas a hacer.
Así se gana, así se obtiene la confianza, así se vive realmente libre.
Comments